viernes, 17 de agosto de 2012

Fuego en el Firmamento (Historia de un Gran Escritor)




HOMENAJE A LA MEMORIA DE MI PADRE ... UN GRAN ESCRITOR.... " CESAR AUGUSTO BARRIOS."
ESTOS SON SUS HISTORIAS, TRIUNFOS Y VIVENCIAS....



FUEGO EN EL FIRMAMENTO


NOTA ACLARATORIA

  
Este cuento fue inspirado en dos acontecimientos ocurridos en la década de los años setenta y ochenta del  atómico siglo XX. Estos históricos momentos fueron los siguientes:

1)  El aparecimiento del cometa Halley en el año de 1986. Edmundo Halley descubrió el cometa en 1682 cuando éste tenía la edad de 26 años. A esa edad, ya era considerado como uno de los  sabios más famosos de Inglaterra. Halley, al ver el fenómeno, comenzó a meditar y llegó a la conclusión que el cometa debía necesitar exactamente setenta y seis años para completar su ciclo y volver. Predijo la nueva aparición para 1758, la cual no pudo ver porque murió en 1742. El cometa apareció en la Nochebuena de 1758 y la predicción de Halley no había sido una vana conjetura. Edmundo Halley había nacido en Inglaterra en 1656. Durante el siglo XX, el cometa Halley tuvo dos apariciones: la penúltima fue en 1910 y la última en 1986.

2) Otro acontecimiento ocurrido en la década de los años setenta, fue la explosión de la nave espacial Challenger, ocurrida pocos minutos de haber sido lanzada y antes de tomar su órbita establecida. Su tripulación pereció y en la cual se destacaba, la presencia de una mujer científica.


                                                                                El Autor



FUEGO EN EL FIRMAMENTO



La nave Astroluz estaba impertérrita y solemne sobre su plataforma de lanzamiento. Millones de dólares costaba y por ironía, millones de seres humanos imploraban una limosna sobre la tierra.

Corría enero opaco y frío y muchos esperaban que el gigante de acero se despabilara para que, con fuerza creadora, rasgara el firmamento en pos de su objetivo, para bien de la humanidad o sencillamente para malgastar el esfuerzo inaudito de los científicos en la construcción de tan costosa nave.

Meses antes, una anciana observadora, neófita en asuntos espaciales pero supersticiosa en extremo, había observado ciertos fenómenos  al parecer sin importancia para los entendidos, pero para ella eran decisivos y de mal  agüero en el viaje de la colosal nave espacial

La anciana asistía al lugar del evento gracias a la invitación que les habían hecho sus amigas, dos jóvenes mujeres que formaban parte de la tripulación espacial y que ella, hasta ese momento, lo ignoraba. Desde luego que, por motivos de seguridad, no tenía acceso a conversar con ellas.

La nave estaba construida con todos los adelantos habidos y por haber, y  mayúscula fue su sorpresa al saber que la  tripulación la integraban  cinco hombres y sus dos amigas; una, profesora de educación primaria y la otra, una escritora especializada en literatura infantil. Entre los hombres, un científico y cuatro expertos conductores de esta clase  de aparatos.

Un lunes, de principios de noviembre, poco más o menos a las diez de la mañana, la anciana señora había asistido al lugar del lanzamiento donde se erguía el cohete  y observó, cuidadosamente, como una leve brisa hizo tambalear la enorme nave, averiando sin el mayor esfuerzo uno de los motores impulsores. La anciana, sin titubeos, exclamó:

-      Mal construida, no llegará muy lejos  ¡Lástima!

Uno de los técnicos que por casualidad pasaba cerca de ella, la oyó comentar y de inmediato la increpó:

-¿Está segura de lo que dice? ¿O acaso es su deseo de que nuestra nación fracase en este intento de lograr un mayor beneficio para la ciencia astronómica, si alcanza su objetivo?

-Lo dudo, el beneficio será para unos cuantos pero no para los desvalidos. Ahí tiene usted a un gigante de oro que yo presiento no servirá para nada.

-Supersticiones.

-Quizá, pero hágame caso; la nave fue movida por un viento suave como si fuera hecha de papel.

-¿Y eso qué?

-¡Cómo qué!  Pues hay que revisar su construcción; observe, el motor ese o como se llame, se le desprendió su tapadera así porque sí y con una leve brisa ¿No es eso una  falla garrafal?

-Ciertamente, pero recuerde que está en período de prueba. 

-Bueno, si usted lo dice y es su opinión yo la respeto; pero no se olvide, hay que hacerle caso a las corazonadas de los viejos. Por algo el diablo es diablo, no por diablo sino por viejo  ¿entiende? – No hubo más palabras y aquel incidente pasó inadvertido.

La anciana estaba intrigada y a decir verdad, aquella nave la obsesionaba. Había oído hablar a sus amigas astronautas que la misión de Astroluz era  analizar muy de cerca al famoso cometa Halley en su próxima visita a la Tierra, que ya se anunciaba, con el propósito de rectificar las teorías dichas en torno a su anterior presencia o bien, de establecer nuevas teorías acordes con la evolución científica del momento, que en algo o mucho pudieran servir a la ciencia de la astronomía,

Definitivamente a la anciana señora no le interesaba tal misión. Había oído algo del cometa y lo que recordaba era lo que de él habían asegurado sus antepasados cuando en 1910, al acercarse a la tierra, el extraordinario fenómeno iluminó, con su enorme cola, el continente americano.

Cuando ese acontecimiento sucedió, ella frisaba entre ocho o diez años y recordaba, con detalle, el tránsito del cometa por el cielo de  la tierra que prácticamente duró, cerca de treinta días.

Hoy, en la plenitud de su ancianidad, comprobaba que lo que dijeron sus antepasados, no hay duda,  fue una absurda y total superstición.

-No, es mentira, el cometa no trajo a la tierra calamidades trajo, eso sí, la belleza impresionante de su luz en aquella oportunidad – dijo evocando ese lejano pasado.

En su sencillez, la anciana no podía concebir la importancia del proyecto y pregonaba por los cuatro vientos que era innecesario invertir tanto dinero en algo que, definitivamente, no le iba a dar de comer a millones de seres que  constantemente morían de hambre en todos los  rincones de la bendita tierra, por no contar con los recursos financieros necesarios que por falta de oportunidades de trabajo, se les hacía imposible obtener.

Pensaba firmemente que un ser superior la intuía para detener  el precitado lanzamiento, ya  que para ella constituía una herejía, de conformidad a sus antiguas tradiciones.

A la menuda anciana de ojos vivarachos, espigada aún a los ochenta y pico de años, todo le salía al paso.

Días después, pero muchos días, se acercó nuevamente al lugar del lanzamiento, precisamente cuando se iba a realizar la prueba de calentamiento de motores. Era principio de  diciembre, preámbulo de invierno, y no había señales de tormenta; además, lo había confirmado la oficina meteorológica y eso era bastante.

La tripulación subió para hacer su ensayo abordo, cuando de repente y por arte de magia, al momento de encender los motores, una súbita tormenta de nieve lo impidió. No es apropiado el momento dijeron los técnicos, más la anciana confirmó:

- No me equivoco, aun sostengo que a esta nave le falta algo, un no sé qué, pero le falta. ¡Necios!   Nadan contra la corriente de la verdad y no quieren abrir los ojos.  

La falla de calentamiento la atribuyeron los técnicos y científicos  al mal tiempo. La nave no podía fallar, según ellos era perfecta, la mejor  creación del conocimiento humano.

Durante el correr de los días de ese mes, la anciana removió segura de si misma cielo y tierra para que se le oyeran sus presentimientos y revelaciones y cuando lo hubo logrado, todos se rieron de ella tildándola de pitonisa empírica y obsoleta.

Un buen día, de finales de ese mismo mes de diciembre, se anunció el tan esperado lanzamiento de Astroluz. Miles y miles de curiosos se hicieron presentes al lugar  y todos los canales de televisión estaban prestos a transmitirle al mundo la histórica hazaña. Entre aquel mar de gente, se encontraba la menuda y necia señora.

Los motores bufaron, el gigante se tambaleó y de repente, algo inaudito, se apagaron sin qué ni para qué.

-¡Necios!  No lo hagan, el animal de acero se niega a salir al encuentro del cometa – gritó desesperada la anciana.

El técnico, que un mes antes la  había increpado, oyendo lo que ésta gritaba, sentenció:

-A esa anciana hay que retirarla de inmediato de este lugar, a todos nos pone nerviosos con sus vaticinios medio raros y totalmente desquiciados.

En efecto, a la anciana la alejaron y se le prohibió terminantemente se acercara al lugar. Ella accedió a lo ordenado pero no sin antes predecir:

-Si la van a lanzar por compromiso, para demostrar que la nave es  perfecta, háganlo. Pero recuerden que la perfección no se logra en un día ni se improvisa con simples reparaciones y por eso, el aparato ese, quieran o no quieran ustedes, siempre se negará a rasgar la luz del firmamento.

Después de ese incidente nadie supo de la ya famosa anciana, parecía que se la había tragado la tierra.

Los técnicos continuaron con sus rectificaciones y ensayos, y a finales de la última semana de ese mes de  enero, por fin se anunciaba  el despegue definitivo de la colosal nave Astroluz.

Por altos parlantes se confirmó su misión, y esta era  estudiar  de cerca al famoso cometa Halley  que según los científicos, cada setentiséis años surca el cielo de la tierra y que en este mes de enero los cumplía, después de su última que fue, precisamente, durante el año santo de 1910.

Había mucha gente en el lugar del lanzamiento, mucha más que la vez primera, y el entusiasmo no era precisamente el hecho de ver despegar una nave de tan grande magnitud, pues al fin y al cabo ya antes que ella habían observado otras iguales  o parecidas que en alguna forma habían cumplido su misión.

Lo cierto era que ese inusitado entusiasmo lo originaba el hecho de que la nave llevaba en su tripulación, por primera vez en la navegación espacial, dos mujeres muy queridas y apreciadas en el ambiente de clase media al cual ambas pertenecían. Y efectivamente: una, que había consagrado su vida a la educación infantil y la otra, poetisa y escritora, cuyo  pensamiento fascinaba a la tierna imaginación de los niños. La amplia labor profesional de ambas, dentro del campo en que se desenvolvían, las había hecho acreedoras de formar parte de tan selecta tripulación-

Muy pronto y en escuadrón soberbio, apareció la tripulación luciendo formidables trajes espaciales. Las hembras astronautas estaban muy bellas y en sus rostros se adivinaba el deseo de acrecentar sus conocimientos para luego trasmitirlos, a un mundo habido de nuevas conceptualizaciones científicas

La tripulación fue ovacionada y luego desapareció por la puerta principal de la nave. La retrocuenta comenzó: 8,7,6 y los motores comenzaron a funcionar.

Nerviosismo total,  expectación definitiva. Una banda juvenil comenzó a  interpretar marchas triunfales y el ambiente, entusiasmado, se tornó en   una algarabía infinita.

El gigante de acero y zinc se tambaleó como queriendo saludar a los espectadores, luego rugió y  envolviéndose todo él con una espesa nube blanca,  comenzó su ascenso lento y seguro. Pleno vuelo, visible aún ante los ojos de la multitud, la nave se inclinaba para buscar su órbita cuando de pronto, un raro rugido y luego, una enorme explosión que hizo tambalear hasta lo más recóndito del planeta.

¡Horror!  ¡Horror!  Una estela de fuego, más grande que la cola de un cometa, era lo que quedaba de aquella extraordinaria nave; el cielo era ahora un telón de fondo, profundamente anaranjado a veces y profundamente  rojo y negro otras. La ciencia había logrado, sin quererlo, adelantar un atardecer a la luz de la mañana con pinceladas macabras.

Mientras, abajo, lágrimas, desconcierto y la noticia volaba alrededor del mundo, tomando cauces de neurosis:

                    La nave Astroluz explotó en pleno vuelo,
                    su tripulación fue calcinada.
                    Gloria y paz a los mártires astronautas.


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En una modesta casa, en medio de muchos libros e imágenes de santos deteriorados por el tiempo, una anciana señora colocaba en el centro de la sala una mesa construida sin clavos, sobre ella una copa de fino cristal de roca con abundante agua sin cloro, una cruz de nogal y un candelabro portando una vela torneada de color rojo.

Perfumó  el lugar con un agradable olor a pinos silvestres, combinado con el suave aroma del incienso rosa. Estaba lista para comenzar un esotérico ritual con el que pretendería extraer de aquel tenebroso fuego en el firmamento, lo que animó a  aquellos cuerpos ahora  inmolados en aras del progreso científico.

-Ligia ¿Quieres venir por favor? – Llamó la anciana a su pequeña nieta, vivaracha  niña de escasos once años.

-Decía, abuela – contestó la pequeña con mucho respeto

-Hija, me va a  ayudar en esta sesión, quiero saber la verdad de las verdades.

La niña era una extraordinaria Médium y por niña, no cabría la posibilidad de un fraude. La anciana lo sabía y por eso practicaba, casi siempre, el íntimo contacto con los muertos.

Corrió las cortinas  para dejar  el aposento levemente iluminado por la luz de la vela. Acercó dos sillas a la pequeña mesa para luego sentarse ambas y sobre un pequeño cojín, con funda de lino blanco muy bien dispuesto sobre la mesa, la niña fue poco a poco doblando su cabeza para tomar luego un trance perfecto.

Silencio sepulcral, luego la Médium fue levantando su cabeza hasta dejar su cara eminentemente pálida frente a la anciana, quien sin titubear invitó:

-Bien venido hermano, que la paz sea entre nosotros.

Hubo segundos de espera para la respuesta. Esta vino a través de la niña, con una voz ronca y lejana.

-Qué así sea hermana.

-¡Gracias!  - respondió la anciana y preguntó - ¿Quién es usted?

-Bien, yo soy aquel que no quiso creer en sus presagios y que...

-¡No!  No siga por favor hermano, aquello es cosa de humanos, lo de este momento es sublime y perfecto.

-Ciertamente, pero es necesario hablar de lo humano para corregir los errores de los  humanos  – puntualizó la entidad.

-Bueno, entonces hable usted.

-La nave aparentemente estaba bien construida, pero le faltaba a los que la diseñaron una cosa fundamental.

-¿Cómo qué? – Interrumpió la anciana.

-Como la fe, esa fe que nos legó nuestros padres, esa fe que nos inculcaron hacia un ser superior  y el cual guía el poder de la creación. Pero ellos se olvidaron de esa verdad y creyeron haber conquistado su propia verdad. Se creyeron infalibles, semidioses. Usted lo dijo: ¡Necios! Rectifiquen sus errores, la nave se niega a salir al encuentro del cometa.-

De pronto la voz se extinguió y la niña cayó nuevamente sobre la pequeña almohada. Segundos después se levantaba mostrando un rostro demacrado con una profunda huella de desconsuelo:

-Que la paz renazca en el mundo – balbuceó la voz.

-Y con su espíritu – contestó reverente la anciana.

La luz de la vela  se hacía grande y pequeña, casi en forma simultánea, y el copón se encontraba saturado de innumerables burbujas de agua

La anciana, sin inmutarse ante aquel espectacular fenómeno sobrenatural, suplicó:

-Hermano, por favor identifíquese.

La médium se irguió y aquel rostro de niña inocente, daba la impresión de haberse transformado en otra persona mucho mayor. Luego, con una voz suave y muy bien timbrada, se escuchó decir:

-Pertenezco a la tripulación, soy científico – contestó la voz en forma pausada a la vez que de  los ojos de la médium, pugnaban por brotar dos furtivas lágrimas.

-Todo está terminado, hermano – puntualizó la anciana y agregó – al fin de cuentas son fallas humanas, ahora está usted en un plano superior y no es el instante propicio para las lágrimas

-No lo niego, usted está en lo cierto, pero son las fallas  humanas las que propician el tiempo para el llanto al ver, desde este ángulo, a este pobre planeta llamado tierra, que por esas fallas sucesivas y por la ambición de las naciones  desarrolladas por lograr un dominio universal, lo precipitan a un caos total. Y no habrá refugio, hermana, ni un hálito de esperanza para mitigar el dolor – dijo y la médium levemente intentaba doblar su cabeza como queriendo posarla en el suave cojín, para dar por finalizada la sesión.

Mas, sin embargo, después de fracciones de segundo, incorporándose suavemente, la niña seguía  manteniendo incólume su trance magistral

-Desde este lugar hermana – continuó la entidad espiritual – se aprecia a la Madre Tierra como una esfera verdiblanca bella y señorial, imponiendo su presencia un inusitado respeto en toda la galaxia.

-¡Oh!  Que soberbia ha de ser  esa visión – admiró la anciana, pero luego la voz acusó:

-Sí, bellísima y fuera mejor, hermana, pero es inconsistente su reino racional en contraste con el animal, ya que este actúa de conformidad a lo normado por las divinas leyes naturales sin tener siquiera un ápice de razonamiento humano – dijo, y después de hacer una ligera pausa, continuó.

-Porque no es verdad, mi distinguida señora, que exista tres reinos, existen cuatro:  Vegetal, mineral, animal y racional. Este último es el causante de tantos males que padece la madre tierra. Porque ahí en este reino, el hombre  se ha vuelto el lobo del hombre, la injusticia dialoga con la corrupción y los gobiernos destruyen los vitales recursos del planeta al deforestarlo para construir una selva de asfalto y gas neón. Eso, desde luego, destruye las pocas fuentes de vida que sirven para el desarrollo existencial de los otros reinos.

-Hermana, todo está claro, la culpa es nuestra. Nosotros  fuimos los que provocamos la hecatombe con la apocalíptica bomba atómica y con mil inventos más que en diabólico consorcio, han producido la ruina del hombre, el desconcierto de la humanidad, el aniquilamiento de la vida.

-Al principio se dijo que la rabia  fue trasmitida del perro al hombre, es cierto, pero nunca se dijo que existe la rabia hombruna ¿Acaso no se puede comprobar? ¡Claro! Vea usted: guerras por todos lados, subversión galopante, confusión de ideas, dirigentes políticos que luchan por imponer  interpretaciones de doctrinas obsoletas hechas a su manera, sin importarles el hambre de sus pueblos  y lo que es peor,  creación de diversas religiones a la conveniencia de unos cuantos predicadores que se enriquecen con los diezmos y  fanatizan a sus seguidores en la espera de un mundo mejor que jamás llegará ni a las puertas de la esperanza.

Un extraño escalofrío invadió el cuerpo de la anciana y angustiada preguntó:

-¿Y como se evitará la última profecía bíblica?

-Cuando los hombres retornen a lo humano y enarbolen la antorcha del conocimiento razonado compartiendo sus teorías. Cuando renuncien a su condición materialista y pernocten en los linderos de la bondad y del entendimiento en comunión de ideas. Cuando renuncien a su condición de objetos y logren la altura de sujetos dignos de la naturaleza de su reino y cuando el milagro de la razón convierta el odio en amor y el estrépito del cañón de guerra, vibre en clamoroso grito invocador de Dios – no dijo más y la voz se desvaneció en el tiempo.

Hubo una pausa ligera, la mediun se quedó rígida en su asiento, y en el pequeño ámbito de la sala se presentía una fusión de espíritus, como queriendo  ampliar lo manifestado por el científico. Y en efecto, fue el espíritu de la poetisa y escritora la que se hizo presente al poseer el liviano cuerpo de la niña:

-Que la paz sea entre nosotras y la madre tierra, mi estimada amiga – pronunció la niña cambiando totalmente el tono de su voz.

-Que así sea – contestó la anciana con una alegría inusitada, al comprender que estaba frente al espíritu de su entrañable amiga, la poetisa y escritora ahora con renombre universal.

-Realmente que la verdad duele, hermana, pero es la verdad. La carrera vertiginosa de cronos ha hecho perder las leyes del ritmo humano y hay cataclismo, cataclismo espiritual; si el sistema planetario perdiera sus órbitas, una fracción de segundo bastaría para que otra vez el Universo se convirtiera en un caos, y sólo podría reconstruirlo Dios.

-El siglo ha perdido la armonía humana y su reconstrucción es obra gigantesca, exclusiva  de quien tiene poder para reconstruir un sistema planetario. Sin embargo, el ser humano no quiere comprender el gran daño que le está causando a las futuras generaciones con su absurdo y fanático proceder de violar las  supremas normas naturales, ya que estas con una lógica razón, son las  que rigen la estructura vital de la madre tierra – dijo y confirmó.

-Hermana, una cosa es cierta, si se nos pidiese en este momento elaborar      una tipología humana, sujeta a una apreciación absolutamente integral, tendríamos la pena de ofrecer al mundo antítesis censurables: nos veríamos en la pena de hacer pasar ante la conciencia universal los teístas sin Dios, los cristianos sin Cristo, los idealistas sin ideal, los pensadores sin pensamientos, los moralistas sin moral, los héroes sin lucha, los que hicieron grandes obras sin haber realizado ninguna y en conclusión, seres automáticos que no pueden sentir la fe ni acariciar un ideal  Con seres así, la humanidad jamás encontrará un lugar donde reclinar su cabeza; terminará confundida y deseando lo que siempre ha deseado: el entenderse los unos a los otros, tal la expresión de nuestra eterna divinidad.

No dijo más y la médium fue desdoblándose lentamente, hasta posar su pequeña cabeza sobre aquella confortable almohada. La anciana  suspiró profundamente y resignada musitó:

-Gracias mi buena amiga, gracias por decirme la verdad que los humanos no queremos comprender.

El perfume del incienso rosa se dejó sentir un poco más fuerte en la estancia y la llama, entre amarilla y azulada, jugueteaba con la vela. Fue entonces cuando la médium niña comenzó a levantar  la cabeza y poco a poco tomó la forma de una mujer alegre y optimista.

-Buenas tardes mi estimada hermana –dijo, al tiempo que el antiguo reloj de pared marcaba la  una y treinta Pos-Meridium. De inmediato, la anciana señora reconoció aquella voz tan familiar y con una emoción jamás sentida, envuelta en un torbellino de admiraciones, exclamó:

-¡Mi niña! ¡Mi pobrecita niña! ¡Mi profesora universal! ¡Cómo te debes de sentir!  Y todo por estudiar ese mentado cometa.

-No diga eso mi querida amiga, aquí en este lugar, más allá del Sol, todo esta mejor, mucho mejor y en cuanto al cometa le diré que es fabulosamente extraordinario. Todos nosotros apreciamos su real belleza.

-¿En plena luz del día?

-No precisamente a la luz del día, en este lugar la luz del Sol llega tenuemente y nos permite apreciar la esplendorosa luz del cometa, Es impresionante.

-¡Qué fabuloso ha de ser!  Nosotros no lo vemos ni en la plenitud de la noche.

-Ni lo verán.

-¿Por qué?

-Porqué la humanidad tuvo la culpa.

-¿La culpa?

-Sí, ella lo acusó injustamente  de haber traído a la tierra, hace setenta y seis años, todas las calamidades materiales que hoy se padecen. Por eso ahora dispuso cambiar su ruta y no acercarse demasiado a la tierra. Es posible que se deje ver por unos cuantos pero con aparatos sofisticados.

-Sinceramente fuimos injustos, no hay duda, producto de nuestra ignorancia.

-Desde luego, por esa ignorancia a la cual traté de erradicar al buscar un pleno desarrollo educativo el cual constituyera la piedra angular y la base del proceso de transformación y desarrollo, pues a través de la capacitación formativa y adiestramiento técnico, el ser humano abre su horizonte a un mundo sin límites; tiene acceso al conocimiento; expande su conciencia; el hombre se sabe hombre al desarrollar su inteligencia y usar su racionalidad, que lo distingue de otros animales.

-Si todo esto la humanidad lo hubiese logrado en aquella oportunidad, sinceramente no se hubiera juzgado al cometa en tan cruel forma y ahora, lo aseguro, el cometa alegre y contento fuera visible en todos los rincones de la Tierra.

Los ojos de la anciana estaban llorosos y ante la verdad expuesta por el espíritu de la profesora, cabizbaja sollozó:

-¡Somos injustos y crueles!

-En exceso, por eso la Tierra camina hacia su propia destrucción. Por eso existe tanta miseria humana, mucha desigualdad.

.-Y ante estas calamidades, tanto materiales como espirituales, ¿Cuál será la fórmula con que se pueda iluminar la mente del hombre para que transite con honestidad, los maravillosos caminos existenciales?

Preguntó resuelta la anciana y la voz, con acento sacerdotal, firmemente respondió:

-En verdad le digo, mi querida amiga, que es necesario hacer propia la angustia de tantos ojos tristes y llorosos que existen en todos los países pobres del mundo; de tanta mano flaca y trémula; de tantos niños, jóvenes y adultos que esperan aún con fe las oportunidades que deberían tener desde la cuna para estudiar, para trabajar, para ser dignos.

-Se ha dicho y oído tanta voz que clama y reclama la conciencia propia y ajena; que la despierta; que la subleva ante tanta miseria no merecida, tanta ignorancia no  apetecida, tanta injusticia no favorecida.

-Hermana, sea usted la portadora de este mensaje que bien pude haber dicho desde el pequeño ámbito de la cápsula de Astroluz, ahora perdida entre los eternos caminos siderales.

Reinó de pronto una quietud solemne, la médium dobló su cabeza para posarla suave y definitivamente en la pequeña almohada, comprendiendo entonces la anciana que el trance había terminado y, efectivamente, había terminado, pues la niña comenzó a despabilarse dando la impresión de haber dormido una eternidad.

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Al caer la tarde,  cuando el mantón negro de la noche pugnaba por superar a la agonizante luz del sol, la anciana extendiendo su brazo derecho hacia el cielo le decía a su pequeña nieta, ahora en posesión de su vivaracho criterio juvenil, la síntesis espectacular de lo inaudito.

-Hija ¿Miras aquella estrella?

-Si abuela, y con su parpadeo constante parece que nos habla

-Y nos habla hija.

_¿Qué dice?

-Pues dice que mientras exista la humanidad, se buscarán nuevas fórmulas para alcanzar los fines del progreso por distintos senderos, con distintos enfoques, con instrumentos que habrán de servir a las cambiantes circunstancias y que tendrán que relacionarse con otros medios

La niña observó estupefacta a la querida abuela e inmediatamente le preguntó:

-¿Y esa es la verdad?

La abuela admirada por tal pregunta, resuelta y firmemente le respondió:

-No mi nieta, nadie es dueño absoluto de la verdad y aun aquellas verdades aparentemente valederas en una determinada época han de ajustarse, cambiarse o desecharse por inservibles en otra determinada época.

-Eso confirma la estrella mi hija y además te señala para que seas testigo junto a los de tu edad, yo ya no lo seré, de la transformación y el progreso; promotores, actores y factores del cambio y del mejoramiento de la actual etapa inhumana a otra más humana.

Mientras que la radio y la televisión seguían comentando lo ocurrido en aquella mañana opaca de enero a los astronautas inmortales, el fuego en el firmamento poco a poco se había disipado.

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