HOMENAJE A LA MEMORIA DE MI PADRE ... UN GRAN ESCRITOR.... " CESAR AUGUSTO BARRIOS."
ESTOS SON SUS HISTORIAS, TRIUNFOS Y VIVENCIAS....
NOCHEBUENA EN LA LUNA
N O T A
Por unanimidad del jurado calificador, este
cuento obtuvo el primer lugar en el concurso de cuentos de Navidad patrocinado
por la Prensa Gráfica, en diciembre de 1969. Fue publicado en la edición del 25
de diciembre de ese mismo año.
El jurado
calificador fue integrado por los escritores nacionales siguientes: Dr.Jorge
Vitelio Luna, doña Emma Posada de Morán y profesor Jorge Lardé y Larín.
NOCHEBUENA EN LA LUNA
Los
relojes marcaban las cinco de la tarde. Era 24 de diciembre y al igual que
otros años, la ciudad de San Salvador dejaba sentir el inicio de un clásico
entusiasmo que contagia.
Otro 24 de diciembre en la vida de Natividad
García, que tomó cauces de mucha alegría desde el instante aquel, en que la
pagadora de la oficina le entregó un
salario sin ningún descuento.
Por fin, libre de deudas – pensó – si acaso uno
que otro compromiso insignificante que
se podía solventar de inmediato,
pero realmente no ameritaba tal actitud.
Se despidió de sus compañeros de trabajo con el
tradicional ¡Felices Pascuas! y caminó
por aquellas calles bullangueras olorosas a pólvora quemada, adornadas con
artísticas pascuas rojas salpicadas por
nieve artificial.
Natividad García era, a no dudarlo, un hombre
feliz, y en su mente resonaban las minúsculas vocecitas de sus dos pequeños
hijos, pidiéndole a Santa Claus todo aquello que puede ser posible en la
imaginación fecunda de los niños.
No vaciló en ningún momento en visitar las
vitrinas de los almacenes y hacia ellas
se encaminó. Observó una y otra y al encontrar
los juguetes que buscaba, sus ojos se fueron deteniendo en cada uno de
los que ahí se exhibían y los cuales le evocaban a cada instante, las épocas
pretéritas de su infancia.
Luego clavó sus ojos en un pequeño juguete que
no era más que la réplica a escala del Apolo Doce, fabricado por los °gringos°
El juguete estaba muy bien ubicado en aquel
rincón de la vitrina. Indudablemente manos femeninas lo habían adornado de tal
manera, que el menudo artefacto de hojalata
daba la impresión de ir en pleno vuelo hacia la Luna.
Natividad García lo miró fijamente y paso a pasito, fue dando rienda
suelta a su imaginación ...
El Apolo Doce era ahora aquel animal de acero
presto a zarpar hacia el infinito y sin pronunciar palabra, Natividad corrió hacia él; abrió bruscamente la puerta
y penetró un tanto cansado. Los motores se encendieron de inmediato iluminando
totalmente la plataforma y el coloso
empezó a rasgar con su rugido y su
fuego, la oscuridad de la noche.
En pleno vuelo Natividad observaba aquel
espectáculo maravilloso, la tierra se le escapaba de los ojos y poco a poco se
iba achicando hasta quedar, en la
lejanía, como una bola verdiazul que iluminaba el negro infinito.
De pronto apareció la tranquila masa selenita y
la cápsula espacial entró en órbita lunar. Dio una, dos, quizá tres vueltas a
su alrededor hasta que desprendió la
pequeña navecilla que en forma perfecta
alunizó.
Natividad bajó y después de cerciorarse de la
seguridad que podría brindarle el arenoso suelo de la Luna, comenzó a caminar.
-Es raro, distinto, no hay vegetación; este
debe ser el Mar de la Tranquilidad que tanto se ha mencionado. – Así hablaba
Natividad García, para sí mismo, cuando de pronto una voz femenina lo distrajo.
-Oye, terrícola, ¿qué quieres?
-¡Oh! Usted, señora; bueno, realmente no lo sé.
-Tienes razón, no contestes nada. Los
terrícolas así son, nunca saben lo que realmente quieren.
-Pero señora ...
-No, calla, no digas nada. Yo sé tanto de
ustedes... tanto como para asegurar que allá en la tierra, los rotativos
anuncian a grandes titulares el descenso perfecto en mi suelo de esa nave
insignificante, que cuesta millones y más que eso, representa el esfuerzo total de la sabiduría humana; posiblemente innecesario, posiblemente útil a la
humanidad.
-Señora, ¿Quién es usted y qué hace aquí tan
sola? – Interrumpió García.
-Te equivocas – respondió la señora – mi nombre
es °Luna° y no estoy tan sola como tú
crees. Ven, te mostraré mi mundo que jamás hombre alguno, antes que tú, ha
osado ver.
La anciana alargó su blanquecina mano y asido
de ella, Natividad García caminó firmemente. Penetraron sigilosamente por uno de los cráteres y a medida que
avanzaban, llegaba a los oídos de Natividad las armoniosas voces de mujeres y
niños que entonaban cánticos propios de nochebuena.
Por fin llegaron y cual fue la sorpresa de García, cuando ante sus ojos apareció un
palacio moderadamente decorado. El portón se abrió automáticamente y caminaron
por los brillantes pisos de los amplios corredores de aquel palacio, en donde
todo era alegría y fiesta de colores.
Siguieron caminando y observó cómo tres bellas
mujeres se aferraban a los preparativos de nochebuena y como, en un salón
silencioso, una rubia mujer se mantenía en actitud meditabunda, observando a través de un enorme
telescopio que desde el fondo de aquel palacio subterráneo salía su lente a la
superficie lunar.
-Doña Luna, todo esto me confunde ¡es
increíble!
-Ciertamente García, tiene que parecerte
increíble – respondió la anciana.
-Dígame, ¿esas hermosas señoritas son sus
hijas?
-Sí, son mis hijas. Ellas son las que alientan el crecimiento vegetal de la
tierra, las que intervienen en el proceso evolutivo de los seres – confirmó la
anciana, y agregó – Estas cosas nadie las puede comprender y sin embargo son ciertas .Estas hijas mías, allá en la tierra,
las conocen como Fases de la Luna.
-Son hermosísimas; pero y esa señorita, ¿qué
hace tan pensativa en un día como este? – Repreguntó García refiriéndose a la
que se encontraba en aquel cuarto estudio
-Bien, ella es °Luna Llena°, en estos momentos
engalana a vuestro planeta. ¿Quieres
observar tú también? – Ofreció la anciana.
-Desde luego que sí, doña Luna, si usted lo permite.
-Ven García, ahora verás la verdad de la Madre
Tierra.
Ambos se dirigieron al inmenso salón y la
anciana colocó a Natividad ante otro gran telescopio que ahí se encontraba.
- ¿Qué observas? – preguntó la señora.
-A la tierra – respondió Natividad – es tan
bella que bien pudiera decirse es una preciosa bolita de cristal, como esas que
se ponen de adorno en los arboltos de nochebuena.
-Sí, su luz es refulgente y su presencia en el
infinito es majestuosa. Pero regula el telescopio, para que puedas observar lo
que realmente pasa en su interior. ¡Vámos hombre! ¿Tienes miedo?
-No doña Luna, no tengo miedo, ahora mismo lo
haré.
Natividad ajustó el aparato y sus ojos
empezaron a escudriñar la tierra, de pronto respondió:
-¡No! No puede ser.
-¿Te asombras?
-Sí, realmente estoy perplejo.
-Pues no te asombres, esa es la Tierra; siempre
ha sido así después de que los hombres se creyeron poderosos. Han vivido en constante zozobra, las naciones se
odian unas a otras y aparentan una
hermandad que no existe, que nunca ha existido. ¡Mira! Allá, dos potencias
aferradas a seguir violando mis entrañas; derrochando millones para
conseguirlo, mientras dejan que los pueblos mueran paulatinamente de hambre.
Tienes ante ti el espectáculo de los siglos; las naciones enfrascadas en
guerras inútiles donde el odio y la venganza imperan, precipitando a la
humanidad a un caos económico funesto. – Concluyó doña Luna un tanto emocionada.
-Ciertamente, doña Luna, los hombres sedientos
de poder, de riquezas, se olvidan también de celebrar el contenido real, de lo
que será siempre la nochebuena.
-Sí, García, lejos va quedando ese contenido;
lejos está el mensaje de amor, de paz, de concordia.
-Sí, doña Luna, lejos va quedando – contestó
García enjugando una furtiva lágrima.
-Vamos García, ya no té quito más tiempo; hoy
es nochebuena y tú tienes que estar en tu mundo, aquí en la Luna la Navidad es
menos bullanguera, quizá más apegada a lo místico. Vuelve a tu nave espacial
García y trata de hacer feliz a los que te rodean, ellos te necesitan.
Natividad García no tuvo tiempo para
despedirse, corrió hacia la pequeña nave que lo llevaría a la enorme cápsula
para emprender el retorno, mientras en la tierra, los relojes marcaban las
siete de la noche.
-Señor, señor ¿me compra La Prensa Gráfica? –
Era la pequeña vocecita de un niño que sacaba a Natividad de un mundo de
fantasía, para tornarlo a la realidad.
-¿La Prensa Gráfica? ¡Claro cipote! Aquí
tienes.
Decidido entró al almacén, compró los juguetes
e inclusive el pequeño cohete de hojalata. Al salir alzó sus ojos al cielo y al ver al hermoso satélite, dijo:
-Desde luego que no contaré nada a nadie, me
creerían loco de remate. ¡Felices Pascuas doña Luna, Felices Pascuas!
Y por las capitalinas calles abigarradas,
camina solemnemente la alegría vestida de Luna.
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