domingo, 26 de agosto de 2012

UN EXTRAÑO LUGAR PARA EL AMOR ......HISTORIAS DE UN GRAN ESCRITOR



HOMENAJE A LA MEMORIA DE MI PADRE ... UN GRAN ESCRITOR.... " CESAR AUGUSTO BARRIOS."
ESTOS SON SUS HISTORIAS, TRIUNFOS Y VIVENCIAS....





UN EXTRAÑO LUGAR

PARA EL AMOR


Atanasio Moto se despertó, aquella mañana de junio, pensado en nuevas formas psicológicas que brindaran la oportunidad de hacer de los minusválidos un ejército de niños capaces de valerse por si solos y lo que fuese más atrevido, obligarlos a sacar de sus cabecitas pletóricas de ilusiones el método más fácil para que, por milagro o sin milagro, pudieran satisfacer el caminante anhelo de ser como los demás, como los otros niños que, asidos de la mano del padre regañón o tolerante, caminen juguetones por las bullangueras calles del pueblo al caer la tarde de los sábados o por las tibias mañanas de los domingos alegres del verano.

Atanasio era un magnífico psicólogo, sin título que lo acreditara como licenciado, pues por razones estrictamente personales no había podido  coronar su carrera. Sin embargo, el grito de la ciencia lo había hecho poseedor dentro de su corazón de un extraño lugar para el amor.

En un accidente de tránsito, no por ironías del destino sino por la culpa irresponsable de los locos del volante, había perdido a  su esposa y su pequeño hijo de escasos cuatro años, había quedado  inválido.

De esto ya hacía tres años, pero el continuo batallar para dejar en el Instituto de Rehabilitación, donde se encontraba también su hijo, lo mejor de sus experiencias, había cicatrizado parte de la herida sufrida por aquel doloroso momento trágico.

Ciertamente Atanasio Moto había  trabajado mucho el día anterior a esa mañana de junio en que, porque no decirlo, mal despierto y mal dormido amaneció pensando en nuevas formas de rehabilitación.

El Psicólogo se despertó antes de que el reloj despertador sonara. Bostezó, hizo un arco con sus brazos, pero un leve y persistente cansancio lo hizo tumbarse de nuevo en la cama.

El pequeño reloj despertador, sobre la cercana mesita de noche, marcó las siete de la mañana pero la conjugación de sueño y cansancio impidió que oyera el rítmico y sordo sonar de la pequeña campanilla, producido  por los siete  livianos golpecillos.

Junio es así, frío y opaco, y lloviznas heladas al amanecer obligan a quedarse un poco más bajo la sabrosura que produce el  calor de las sábanas y las colchas. Con ese confort, Atanasio Moto experimentó un placentero reposo que en breves segundos, estaba profundamente dormido.

De pronto, se sintió flotar en el espacio y la silueta de  un extraordinario lugar, muy suavemente, se le fue clarificando ante su vista. Ahora era un terreno circundado por arboles frutales, patriarcales abetos y pinos, cedros y caobas muy bien dispuestos en ringla perfecta. Y la algarabía de los pájaros, revoloteando entre el ramaje de aquellos robustos y muy bien cuidados arboles, bañándose con el rocío de la mañana impregnado en el follaje e interpretando sinfonías jamás escuchadas, saludaba con su ritmo a aquella bella aurora vestida de blanco. 

El lugar contaba con instalaciones deportivas muy bien dispuestas, casetas de habitación adecuadamente amobladas y al fondo se erguía un  edificio, que más bien parecía un palacio medioeval.

-¡Buenos días!  Bonito día ¿ no cree? – Dijo una señora tras de él desde una silla de ruedas donde se encontraba sentada. El psicólogo, totalmente distraído, no sintió su llegada pero sí, oyó su voz.

Atanasio, ante aquella femenina voz, volvió tras de si su cabeza y sorprendiéndose, no pudo articular palabra, sino después de haberse recuperado del menudo susto.

-¡Ah!  ¡Oh!  perdón, buenos días señora

-¿Te asusté?

-No, claro que no; es que estaba distraído admirando este bello lugar.

-Desde luego, y un  amanecer en un extraño lugar ¿No es así? – puntualizó la señora.

-Sí, así es – confirmó el interpelado y dándose cuenta de inmediato que se encontraba muy lejos de sus  lugares acostumbrados, sin vacilar  preguntó:

-¿Dónde estoy?  ¿Qué lugar es este?

- Ten Calma, no té impacientes ni te preocupes ven, acércate, ven – dijo la anciana extendiendo sus blanquecinas manos recién bautizadas por el  rocío de aquella mañana de junio.

Atanasio Moto lentamente se acercó, tomó las suaves manos ofrecidas y volvió a preguntar un tanto inquieto:

-¿Dónde estoy?

El rostro de la anciana fulguró de alegría ante la presencia del casual visitante que en aquel momento, se encontraba totalmente extasiado;  luego, una sonrisa de satisfacción por tenerlo y ante los ojos del entusiasta psicólogo, brotó el amor a la luz del verbo.

-En el país de los Minusválidos. En el país donde el niño ignora la caridad y los sentimientos lastimeros de los seres que dicen ser normales. En el país donde el presente de indicativo del verbo hacer se sabe conjugar: Yo hago, Tú haces, Nosotros hacemos ¿Qué te parece? – Terminó diciendo la anciana al par que hacía mover la liviana arquitectura de la alúmina silla de ruedas.

-Estoy perplejo, mi distinguida señora, sencillamente perplejo ante tanta cosa maravillosa construida con mucho amor, lo que hace   feliz a tanto niño desvalido. Quiera Dios que todo esto se pueda construir en cualquier rincón de la Tierra – musitó Atanasio.

-Desde luego que se puede,  los terrícolas son entusiastas y muy capaces de realizar cualquier cosa. Pero tienen un defecto, como es el de prometer tantas cosas bajo el embrujo de su entusiasmo y luego, bueno, luego  una llamarada de tusa y adiós entusiasmo. Es necesario volverlos a motivar para que hagan realidad la cosa prometida, en fin, son terrícolas.

El sol comenzaba a rasgar la neblina mañanera y bajo un rayo de delgada luz, la anciana señora invitó:

-Ven, seguidme – indicó, manejando su silla de ruedas por un curvilíneo camino pavimentado, circundado de rosas y claveles. Se detuvo brevemente para luego ofrecer:

-Te mostraré el poder de la voluntad. La creación desvalida, igualando a la misma creación en seres normales ¿ me entiendes?

-Desde luego que la entiendo, es usted extraordinaria ¿Qué más se puede decir?

-Nada, acabas de decirlo todo, aunque en forma exagerada,  pero bien, al fin y al cabo eres un magnífico terrícola, te felicito

Siguieron caminado y se detuvieron frente al  palacio, y señalando  su portón de formas barrocas con su brazo derecho extendido, dijo:

-Vas a presenciar el milagro de la psiquis. Abrase el portón ordenó, y como obedeciendo a su mandato, de inmediato el portón se abrió.

Sorprendentemente, como por arte de magia, ante los ojos de Atanasio  apareció, en aquellos amplios corredores, un mundo de niños alegres y juguetones, ajeno al dolor físico; podría decirse, una comunidad sin prejuicios, totalmente alejada de los convencionalismos sociales.

No cabría la menor duda, aquella mañana de junio era, para el psicólogo, una mañana diferente a todas las mañanas. Tenía ante su vista un nuevo mundo, un mundo sin complicaciones, un mundo  donde la luz esperanzadora brotaba a raudales y la palabra diáfana y optimista de aquella noble señora, la hacían parecer rectora del destino de aquel enjambre de niños minusválidos, con el derecho indiscutible de haber sido creados, también, a imagen y semejanza del eterno Hacedor.

La música de arpas acompañadas de guitarras y mandolinas, desprendía notas armoniosas que operaban el milagro de convertir a aquel extraño lugar en algo sublime y angelical, y tenía el poder de transformar al hombre en niño y al niño, en mágico creador de cosas inauditas.

-Hoy es un día especial, mi buen amigo – dijo la anciana y agregó: es un día de competencias, tanto físicas como intelectuales; pronto  comenzará el acto inaugural de los juegos y te llevaré al estadio para que los disfrutes y  espero que te agraden.

-Desde luego señora. Además, yo soy parte interesada. Nuevas experiencias. Nuevas formas de aprendizaje y lo que es esencial,  conocer el distinto y novedoso método de enseñanza.

-¡Perfecto!  Bien dicho muchacho, te felicito, eres un magnífico observador – lisonjeó la anciana.

De pronto, un tropel de niños en sus pequeñas sillas de ruedas, en escuadrón soberbio, iniciaba el desfile olímpico. El graderío del estadio estaba repleto de espectadores y las hurgas, los cantos de aliento para los posibles triunfadores, los banderines y globos multicolores y el blanco agitar de los pañuelos, era una sola expresión vehemente plasmada en aquella maravillosa mañana de junio.

Las trompetas sonaron, sonaron a la manera de ellos, distintas también a todas las trompetas y las competencias se iniciaron.

-¡Fabuloso! ¡Excelso! ¡Unico! - gritaba entusiasmado el psicólogo.

-¿ Te gusta? - interrumpió la señora.

-Mucho, es la realización del minusválido.

-¿Cómo dices?

-La realización de los minusválidos – rectificó Atanasio.

-¡No!   Sinceramente te equivocas – increpó la anciana – aquí se desconoce esa palabra, hace mucho tiempo fue sustituida por otra mucho mejor, por otra que realmente los hace sentirse útiles ante los demás. Esa palabra es Minuscreadores que es diferente ¿Comprendes ahora?

-Pero hace un momento usted me dijo que este era el país de los minusválidos ¿No es cierto?

-Desde luego, no lo niego, pero fue únicamente para ubicarte en un ambiente parecido al vuestro, pero  diferente al nuestro en la forma de aplicar la Psicología y hacerte comprender,  que en la tierra, si no se supera  la etapa de la lástima, es difícil perfeccionar la rehabilitación.

-Tiene usted razón, no la hemos superado – balbuceó cabizbajo Atanasio reconociendo la amarga verdad

-Lo lamento, sinceramente lo lamento, no debería haberte dicho esas cosas – se disculpó la anciana observando a los niños que llevaban la delantera en la carrera de sillas.

-Pero mi señora, si no hay nada que disculpar, lo dicho es la verdad, somos nosotros los humanos los culpables de no saber aplicar los magníficos tratados del alma.

-Totalmente de acuerdo  y  cuando la humanidad, aparentemente normal, los haga  participar en su mentada sociedad, y cuando esa sociedad reconozca su minuspoder creador, entonces la tierra podrá convertirse en un verdadero  lugar para el amor.

-Es usted excepcional señora, perfecta, digna representante de la naturaleza, de nuestra especie y de Dios – concluyó Atanasio poniendo en cada una de sus palabras,  todo su hondo sentir.

-Gracias, mi estimado amigo, muchas gracias;  agradezco tu lisonja, es sincera y muy sentida, como debe ser  el sentimiento humano – luego, recordando algo, Atanasio interrumpió.

-Señora, permítame presentarme: mi nombre es Atanasio Moto, intento ser psicólogo y como tal,  trabajo en un instituto de rehabilitación; perdone que no lo hiciera en su oportunidad, fue una grave falta de cortesía que inconscientemente cometí.

La anciana lo miró fijamente a los ojos, sonrió levemente y después de tomar sus manos, respondió:

-No te preocupes hijo, por tus impulsos emotivos, desde que tú llegaste, comprendí que eres psicólogo y para tu satisfacción, un magnífico psicólogo.

-Gracias, pero usted ¿ cómo se llama? – Preguntó soltando las suaves y sonrosadas manos de la extraordinaria mujer que a su edad, entre sesenta y setenta años, lucía elegante sentada en su cómoda silla de ruedas.

La anciana, diplomáticamente esquivó la pregunta y llevándolo al siguiente estadio, le dijo:

-Mira, esa es la competencia del intelecto, se realiza sobre un tablero de ajedrez gigante, donde las piezas de marfil han sido sustituidas por niños. Observa, el alfil negro amenaza dar mate ¿Te gusta el ajedrez?

-Mucho y definitivamente existe la posibilidad de mate, sin embargo la defensa de los caballos blancos está muy bien plantada, dudo que el alfil lo logre – y volviendo a la señora, concluyó – al ajedrez la considero el método eficaz para el estudio de la Psicología, los caballos negros los considero el alma apetitiva, los caballos blancos el alma intuitiva y a los reyes las aurigas ¿No cree, mi señora, que ahí está resumida la esencia de la Psiquis y el Logos?

-Desde luego, ingeniosa tu apreciación. Eso me recuerda la definición que diera del alma o animo uno de los antiguos  filósofos de la tierra, al dirigirse a sus alumnos en aquel banquete o Simposium, cuando éstos le preguntaron el significado de Psiquis.

-¿ Y que opina de esa respuesta?

-Mas o menos aceptable, al fin y al cabo es el tratado del alma si respetamos sus raíces:  Psiquis = Alma y Logos = Tratado.

La anciana dio la impresión de no querer profundizar sobre lo que realmente dominaba, y para evitar posibles preguntas, sutilmente evadió el tema y optó por responderle al psicólogo el deseo de conocer su  nombre, ya que en su oportunidad había esquivado su pregunta. 

-Atanasio ¿Y de veras te interesa mi nombre?

-Desde luego mi señora, para no olvidarla nunca. Sinceramente creí  que no me lo quería decir y por ello no insistí en volvérselo a preguntar.

-Pues bien Atanasio, complaceré tu deseo, mi nombre es PSICOLOGIA y estoy para servirte. ¡Eh! Muchacho, muchacho, que té pasa, que té pasa – gritó desesperada la anciana señora, totalmente sorprendida por el repentino desmayo de su amigo visitante, un hombre blanco y robusto relativamente joven, pues prácticamente rondaba los treinticinco  o cuarenta años de edad.

Atanasio Moto había caído en un torbellino y todo fue  obscuridad, silencio, niebla, confusión y luego, una reacción total:

-¡Qué pasa! ¿Dónde estoy? – Gritó asustado desde la cama y Mercedes, su ama de llaves, una mujer cincuentona pero muy bien conservada, a los gritos entró presurosa al dormitorio.

-Cálmese mi señor, no pasa nada, a lo mejor todo ha sido un sueño, además hoy es domingo, puede tomar el desayuno en la cama o seguir durmiendo si lo prefiere.

- ¡ Bah! Seguir durmiendo – contestó rápidamente y luego concluyó:

-¿Y mi hijo?

-No se preocupe, él tomará parte en el desfile de las olimpiadas que se iniciarán hoy por la tarde, tiene tiempo de sobra.

La noble mujer que atendía al psicólogo y a su pequeño hijo, en proceso de rehabilitación, subió un poco la cortina de la ventana para dejar pasar un leve rayo de sol y luego salió de la habitación sin pronunciar palabra.

-El reloj marcó las ocho de la mañana y Atanasio, después de verlo de reojo, se tumbó de nuevo en la cama sorprendido de ese sueño maravilloso y fugaz y pensando en una palabra, hilvanó una frase de satisfacción:


-¡Psicología!  ¡Psicología!  Si pudiera conversar contigo nuevamente, musitó para sí mismo y se quedó, por segunda vez, profundamente dormido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario